viernes, 9 de diciembre de 2011

La Estación Como Único Testigo. Cap 5.

5- El asesinato

Cuando Roberto Massara entró en la habitación con su corbata en la mano eran exactamente las 3:08 A.M.


Sosiego en el ambiente y la cama desordenada. Mónica se encontraba en el balcón; bajo su bata azul Roberto adivinó su silueta, perfecta, pecado, traición, deseo e infidelidad. Se acercó como sombra para acariciarla y sus palabras resonaron con el mutismo estúpido de la locura: Mónica, Mónica ¿Qué me hiciste? ¡Por Dios, ¿Qué me hiciste?! Todo es inútil, no puedo olvidar…tan propias las palabras, tan ajenas.

Ella no había oído nada cuando la caricia mortal la dominó por el cuello, y el ardor que hace instantes la consumía se transfiguró en glaciar. La muñeca rota cayó al piso arrastrando la corbata azul, camaleón entre la bata por miedo a su identificación.

-Puta- vociferó Roberto- ¿Por qué? ¿Mi amor no valía? Mi amor, o…no, tal vez no sea amor, tal vez locura, demencia, delirio, o…impotencia, ver agua tan cristalina que se escurre entre mis manos y no poder hacer nada para que crea, me crea, que soy recipiente, pozo infinito, no merecedor de tan bellas aguas.

“El Mar Muerto”, pensó risueño y ahogó su sonrisa con un espasmo, no de frío, sino de horror. Allí, solo, en la taciturna estación, un mendigo había presenciado el asesinato. En ese preciso instante, supo que debía matar una vez más.

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