Era morocha, medía alrededor de un metro setenta y estaba prácticamente desnuda. Su primer nombre era Alicia, aunque todos la conocían por el segundo: Mónica.
El cuarto que la cobijaba emitía un fulgor a pecado, a tentación satisfecha. Y calor, mucho calor. Reminiscencia de cuerpos humanos fusionados en éxtasis. ¿Pecado? Ella no se sentía impura, había pensado lo hecho y sabía que lo necesitaba...lo deseaba.
Su cuerpo precipitó la osadía: una figura perfecta, ojos pardos, mirada pantera. Pero como siempre, el destino se obstina en dar a quien no sabe usar. Los bellísimos rasgos esculpidos por algún dios, estaban hechos para no ser alterados; sin embargo: maquillaje, decoración usada en exceso mediante rouge, sombra, colorete, y miles de cosméticos que la convertían en un payaso, atractivo a pesar del revoque.
Se paró frente a la cama, escenario vivo minutos atrás, primer, segundo y último acto, la misma obra: pecado...¿pecado? La cama trasmuta a un índice rígido, acusador, grita: ¡culpable!
-¿Culpable de qué?- contestó ella en voz alta e interrogó a los testigos invisibles- ¿De ser mujer? ¿De hacer el amor con quien se desea? ¿De guiarse por los sentimientos?
Luego sobre la cama, el nombre que sus labios acarician en un susurro sensual: "Mariano". Tomó la carta, el detonante final y volvió a leer:
Mónica:
¿Para qué caer en prólogos extensos sin sentido? Voy al grano: te amo, estoy totalmente perdido en tus gestos, en tu voz, en tu risa, en cada cosa que desprende tu perfume de mujer.
Ahora sí, al prólogo:
Toda carta tiene su sentido, las románticas suelen no ocultar nada o simplemente disfrazan su vergüenza con metáforas de rosas, flor y color. Esta carta trata de emular aquellas de antaño, pero no quiero parecer meloso en demasía, aunque lo sea.
Conocernos, quizás sea esta la palabra clave. Y dentro de esta lenta tarea, el reconocimiento certero de que no miento, de que no te voy a joder con sentimientos falsos, y perdona que use "joder" como expresión, es que a veces mi vocabulario no es muy extenso y trato de volcar toda mi ansia de palabras en frenesí, frenesí sincero, como te estaba diciendo, amor, o..no, tal vez no sea amor, tal vez locura, demencia, delirio, o...impotencia, ver agua tan cristalina que se escurre entre mis manos y no poder hacer nada para que crea, me crea, que soy recipiente, pozo infinito, no merecedor de tan bellas aguas. Reconozco que sobre un papel sueno distinto, puedo pensar, saborear cada palabra y luego reflexionar sobre el condimento a usar, esos detalles gastronómicos tratan de justificar mis palabras vacías en tu presencia o detrás de un teléfono. Pero soy yo, el mismo que te observa en secreto, y no puedo engañar más, a vos y a mí, al alma que es mucho más grave, al amor que en teoría tendría que ser intocable y día a día nos encargamos de ensuciarlo con melodramas estúpidos...¡otra vez mi falta de respeto! Pido perdón por mi verborrea insolente, y así como estoy, rodillas desnudas contra el piso, manos en rezo, te ruego una oportunidad, o al menos una esperanza.
Por lo pronto, sólo espero que me creas: estoy loco por vos.
Mariano
Y calor, mucho calor.
Salió al balcón para encontrarse con la realidad del frío, en fallido intento para aplacar el fuego interno.
El viento en ese instante sopló con más fuerza y la estación se transformó en un caos de papeles que...
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