Primero: un papel blanco y la firma:
Mónica, fácil de conseguir. Luego llenar el vacío:
Un cansancio repentino a esta vida miserable.
Mónica
“Muy poético, como a ella le gusta”.
El resto era previsible: atar la corbata a la viga que sobresalía del techo y tirar una silla a los pies de Mónica. “¿Sería creíble o sólo un chiste de péndulo?”.
Pero el maldito mendigo.
No pensó, extrajo su arma y apuntó al pecho del linyera. La distancia no era mucha, y con suerte…Tres, cuatro, cinco, seis ruidosas balas y dos impactos en la campera violeta. Y rojo.
Daniel y Mario que no se encontraban lejos, advertidos por la seguidilla de balazos, llegaron al escenario espectral.
-Allí- gritó Mario y el estridente ruido de la muerte recorrió otra vez la noche en busca del francotirador. Una hoz nefasta vulneró el hombro izquierdo del desdichado novio y cayó al vacío. Los policías corrieron hacia él.
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