lunes, 12 de diciembre de 2011

La Estación Como Único Testigo. Cap 7.

7- El segundo asesinato

Primero: un papel blanco y la firma:
Mónica, fácil de conseguir. Luego llenar el vacío:

Un cansancio repentino a esta vida miserable.
Mónica

“Muy poético, como a ella le gusta”.

El resto era previsible: atar la corbata a la viga que sobresalía del techo y tirar una silla a los pies de Mónica. “¿Sería creíble o sólo un chiste de péndulo?”.

También estaba el revólver, para mostrarlo, para hacerla sufrir. Pero prefirió desvirtuar lo planeado en favor de la rapidez. Aprovechar que estaba de espalda, evitar su mirada de Medusa, paralizante, de mi tiempo, de mi raciocinio.
Pero el maldito mendigo.

No pensó, extrajo su arma y apuntó al pecho del linyera. La distancia no era mucha, y con suerte…Tres, cuatro, cinco, seis ruidosas balas y dos impactos en la campera violeta. Y rojo.

El frío que había sentido el anciano era leve comparado a la helada muerte que lo envolvió en segundos. Se desplomó contra el perro que sólo atinó a ladrar y salir corriendo.

Daniel y Mario que no se encontraban lejos, advertidos por la seguidilla de balazos, llegaron al escenario espectral.

-Allí- gritó Mario y el estridente ruido de la muerte recorrió otra vez la noche en busca del francotirador. Una hoz nefasta vulneró el hombro izquierdo del desdichado novio y cayó al vacío. Los policías corrieron hacia él.

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