Hace ya algunos días mi primo me pasó un video de La Oreja de Van Gogh deseando al público felices fiestas decembrinas; en el video cantaban la hasta entonces para mi desconocida canción "Madre anoche en las trincheras/Mi Amigo José". Después le enseñé la canción a mi sobrina, que no ha dejado de cantarla, y de vez en cuando le ayudo con la segunda voz.
La canción hizo que me invadiera una extraña curiosidad por saber el contexto, así que un domingo me puse a investigar y encontré un blog con la supuesta carta en la que está inspirada, en la época de la Guerra Civil española. No se si es verdad, pero la carta me ha parecido hermosa y quiero compartirla con ustedes. Me ha hecho ver de manera diferente a la guerra y a los soldados que son obligados a ir a pelear batallas, muchas veces, sin causa.
Querida madre, no se como empezar esta carta pero te escribo con mi rostro bañado en lágrimas, caen por la soledad, tristeza, dolor y sufrimiento que vivo día tras día aquí. Lo primero que tengo que decirte es Te Quiero y aunque no lo demuestre con frecuencia, Te quiero con locura, para mi eres la persona más importante, siempre has estado ahí apoyándome y protegiéndome, haces que las cosas malas parezcan buenas, tus consejos están llenos de sabiduría y siempre me has llevado por el buen camino. Ahora ya soy mayor de edad, tengo dieciocho años, puedo afrontar yo solo las cosas... pero la verdad es que no puedo, madre... Perdóname, os hecho mucho de menos, ¡no quiero estar aquí! Se que desde casa junto a padre y mis hermanos os sentís orgullos de mi, podéis presumir de tener un hijo en el frente. Lo siento por ser un cobarde madre pero tengo miedo, más del que puedo aguantar. No entiendo esta guerra, no se cual es el bando bueno, no se por qué lucho, no entiendo nada de lo que pasa, solo acato ordenes. El incesante sonido de los fusiles se mezclan con los gritos y llantos de la gente, torturando mis oídos día y noche, vivo con una melodía continua de ametralladoras y lluvias constantes de bombardeos. Ya ni hablo, ni pienso porque otros lo hacen por mi, solo me hace falta una frase para salir del paso aquí, “a la orden”. Dicen que el amor es suficiente para seguir adelante, que hay que luchar por nuestras familias, demostrar lo que valemos, pero ya no tengo el valor para estar en la batalla, las piernas me tiemblan sin parar, no duermo, me cuesta respirar, lloro a escondidas porque no puedo demostrar lo que siento delante de mis compañeros, se fuerte y lucha me repito constantemente, pero las palabras se pierden en mi mente como las vidas de la gente que está a mi alrededor, soy la marioneta de un tirano titiritero. Anoche nos lanzaron en paracaídas a una zona nueva de batalla, dicen que somos la mejor compañía jamás vista, la fuerza de los ochos nos llaman. La octava compañía paracaidista, siempre al frente luchando por su patria, por los ideales de un estado, viviendo el conflicto con lealtad y valor. Somos soldados valerosos, abrimos brechas en las filas enemigas, causamos bajas en ellos como si fueran animales y no tenemos remordimientos, pero todo es mentira pura mentira, solo fachada, una apariencia; los rostros de la gente demuestran lo contrario, sus caras se han tornado sombrías y pálidas, muestran el temor, horror y desamparo que se vive aquí, pero como nos repiten una y otra vez, “¡soldados o ellos o ustedes!”. Madre para lo que realmente te escribo es para contarte lo que me ocurrió anoche. Me encontraba en el campo de batalla resguardándome del fuego cruzado y la metralla. Como siempre acataba ordenes, teníamos que superar una cota para llegar hasta un punto estratégico que nos serviría de base, para ello era necesario abatir al contrario con toda nuestra fuerza, no escatimamos en munición, ni violencia... Madre anoche en las trincheras vi al enemigo correr hacia mi, le apunte con mi fusil y sin darle tiempo a reaccionar le disparé; algo raro pasó en ese momento, ya había matado a más gente antes pero en aquel chico había algo distinto, una luz iluminó su rostro, la cara del enemigo al que asesinaba… madre era mi amigo José, mi compañero de la escuela, nuestro vecino, el hijo de Francisca, mi mejor amigo, con quien tanto yo jugué a soldados y a trincheras. Madre ahora el juego es verdad, no hay risas, solo oscuridad y llantos, no volveremos a jugar jamás, ¡lo están enterrando! Lo siento muchísimo, te pido perdón madre pero ya no aguanto mas aquí, me quiero morir, estoy harto de esta guerra, ¡no se dan cuenta que no va a ganar nadie joder! Tal vez te vuelva a escribir, pero la próxima que lo haga será desde el cielo, donde encontraré a José y jugaremos de nuevo. Madre ten por seguro que si mi sangre fuera tinta y mi corazón tintero, con la sangre de mi venas, te escribiría un “TE QUIERO”.
Hasta siempre.
Tiempo antes había escrito algo que queda bien aquí, así que lo agregaré:
Una revolución tan silenciosa como el viento, que no se disturbe por el sonido de las balas, será la revolución que nos lleve a la verdadera victoria.
Por si quieren checar la historia completa.